jueves, 10 de noviembre de 2011

Frontera

Se congeló la sangre viva al cruzar la frontera

y se partió en mil pedazos sobre la tierra ajena.


Lejos de tus manos yace,

no moja mi carne vacía

ni enrojece mis mejillas cuando me miras y me causas vergüenza.


Ahí quedó:

insignificante,

muda,

torpe,

seca.

Sin nada que decir,

inválida,

a vista y paciencia.


Lejos de mí, mi sangre espera

que la recojas con tus pies,

que la beses

para que rompa la carnosa piel de tus labios y entre a tus propias venas.


Así viviré dentro de tu cansancio,

en tus días y en tus noches,

en tus dichas, en tus penas,

sin más distancias, sin reproches,

siempre y por siempre.


Y así probaré día con día mis besos en tu lengua,

sentiré mi tacto con tus dedos,

mi deseo en tus piernas

y nunca más me dejaré matar por el umbral

que ya no nos impedirá

ver con los mismos ojos la misma luna llena.