Que entre, con furia, el ventolero
y que me peine el cabello estéril
con su húmeda mano de azúcar moreno
para recordar lo dulce que es el canto
del corazón que no duerme en enero.
Del norte viene, con aguacero de risas:
ya me mojo los labios,
ya me salta el pecho,
ya me hundo en su sabor a vino, a deseo.
Que pase,
que barra parejo
nostalgias,
soledades,
distancias,
miedos.
Que entre, con buena furia, el ventolero
y que se quede acurrucadito para siempre en mi cuello
para que me diga con sus párpados, a escondidas:
"¿ya te he dicho que te quiero?"
y para caminar por las noches desnuda de cuerpo,
pero vestida con aroma a tabaco,
a cuento de barro,
a encuentro.