miércoles, 22 de septiembre de 2010

Sueño Nº 364540

Estoy como en una pintura de Van Gogh.

Sé que somos tres personas, pero sólo uno va conmigo y yo lo guío. Es un muchacho alto, un poco fornido pero delgado, de buen aspecto (no lo conozco).

Es de noche.

El terreno baldío que está frente al Liceo se ha transformado en un campo de tierra, sin zacate, nada más que una estructura de pura tierra, sin techo. Ingreso al terreno con el joven y aparece una mujer de rasgos asiáticos y pelo negro (¡yo sabía que éramos tres personas!) Tampoco la conozco.

De repente empiezan a volar cuchillos por el cielo oscuro. Ella toma uno y me amenaza. Yo tomo uno para defenderme, al igual que el joven que va conmigo. Nos perseguimos. Tengo mucho miedo. Se acerca a mí y me corta el pie. Sé que es cierto porque siento el filo que me atraviesa la carne. (No puedo gritar. No sé por qué; no puedo.) Le pongo el cuchillo sobre la nuca para arrancarle de un corte la cabeza, pero no puedo, nunca he matado a nadie. Ella se aleja y mi pie parece regenerarse rápidamente. No sé qué había estado haciendo el joven, sé que andaba cerca de mí, pero no sé por qué no me defendió.

(¿Por qué no me defendió? ¿Está conmigo o con ella? ¿O estamos los tres en contra de los tres?)

Estoy impávida de terror, pero no puedo dejarme asesinar. Corro tras ella y conmigo va el joven. (Bueno, parece que está de mi lado.) La sigo y descubro que todos los cuchillos que han estado volando a mi alrededor pertenecen a un lugar dentro del terreno: los cuchillos con garras van en un hueco profundo que está apenas tapado por unas ramas de árbol secas, los cuchillos largos van dentro de la casa de tierra silenciosa y los demás parecen pertenecer al cielo. Mientras escapo de ella los voy tomando y los lanzo hacia donde pertenecen para romper el hechizo que me tiene luchando por mi vida.

Los lanzo hasta que no quede ninguno en un lugar que no le corresponda y confío en que eso cerrará el ensueño en el que me encuentro. Cierro los ojos...

...y cuando los abro me veo encerrada en la casa de tierra, indestructible y seca. Miro a través de una ventana como el joven y la asiática están fuera de este conjuro y salen huyendo. y que los cuchillos siguen volando arriba, esperando a que yo intente salir. Los veo alejarse mientras ignoro que en el cielo hay un montón de afilados cuchillos esperando que yo salga.

(Que alguien me despierte, por favor.)